jueves, 16 de octubre de 2014

LOS OJOS DEL PERRO SIBERIANO - ANTONIO SANTA ANA

Los Ojos Del Perro Siberiano es una novela que nos invita a valorar mucho más nuestro tiempo y en qué realmente lo invertimos, es un llamado para dejar a un lado la discriminación, que muchas veces tenemos contra los demás, en especial cuando estos se encuentran un situaciones complicadas, al final de su camino. Es una enseñanza, nos fundamenta en por qué no se debe mirar con lástima a aquellas personas con discapacidades  o enfermedades terminales. Que es mucho mejor valorar sus actitudes y deseos de salir adelante aunque, en este caso, el final este cerca.
Y hay mucho más que decir de sus personajes y actitudes, la perra siberiana (Sacha) es este amigo silencioso que todo el tiempo se encuentra allí, leal e integro (si se puede decir) en sus sentimientos, casi desapercibido todo el tiempo pero muchas veces el único que entiende en su camino a Ezequiel. El padre siempre tirano, quizá solo repitiendo lo que el suyo hizo con él: como un eslabón más en la interminable cadena de rigidez paternal (que es como se supone debe ser) La medre, una subordinada de su esposo por naturaleza, su instinto la llama a proteger a sus hijos, pero no lo logra por la ausencia de fuerza contra este. Mientras el narrador (que por cierto no se menciona su nombre) intenta ver en medio de de todo esto la ventana para conocer a su hermano, (aunque sea al filo de la muerte) después de tenerlo durante la mayor parte de su vida solo como un recuerdo e intentar verdaderamente conocerlo.
El tiempo es indescriptible. El tiempo solo lo notamos con el paso del mismo. Es un fuerte enemigo para aquellos que disfrutan la vida, pues nunca es suficiente para descubrir todas las maravillas que hay en este mundo. Es cruel con quienes esperan, pues esa espera en muchas ocasiones se vuelve aparentemente infinita. Solo con el tiempo aprendemos el valor de las cosas, aprendemos lo maravilloso de los atardeceres, pero lo importante es no perder tiempo pensando  en los que no vimos, sino esforzarnos por disfrutar los que nos quedan. Con el tiempo aprendemos que el cascarrabias que nos reprendía, en realidad quería aconsejarnos para para que le diéramos una vuelta a la moneda de nuestra vida, algunos quizá acataron sus consejos, otros no. Pero lo importante es que el tiempo nos enseñó quién tenía la razón. Con el tiempo aprendimos que esos momentos en familia, esas tardes de risas, chistes, historias a base de las vivencias de nuestros padres y otras pequeñas maravillas terrenales, son mucho mas valiosas que pasar el día acompañados con los célebres y controvertidos elementos tecnológicos, que en ocasiones nos unen, pero la mayoría de veces nos separa de cosas mas pequeñas pero mas valiosas.
 Lo esencial, y que a nadie se le olvide es no perder el tiempo en situaciones vacías cuando tenemos el mundo entero para disfrutar, cuando tenemos una familia y amigos a los que quizá aún no les hemos dicho lo mucho que los queremos y nadie te asegura que el tiempo después no te lo perdone y quizá mañana estés lamentándote en frente de un cajón, uno que lastimosamente en ocasiones se convierte en la oportunidad para decir lo bueno de las personas cuando no tuvimos el valor de decírselo en vida, mientras nos escuchaban y nos podían responder.

Así pues este libro de literatura juvenil encamina a sus lectores en la reflexión más que de la muerte, de la vida misma y los caminos que toma para enseñarnos su significado.