Gabriel García
Márquez ha sido reconocido principalmente por su obra cumbre Cien Años de
Soledad, sin embargo textos como estos demuestran que en general su estilo
propio en la narrativa es sin igual, con el realismo mágico por supuesto.
Siempre y cuando quieras sentir y emocionarte con la vida de un desdichado,
significa que hay más de ese en tu interior de lo que puedas pensar y el
Coronel logra atrapar a cualquiera a través de pequeños triunfos en medio de su
lúgubre cotidianidad: esperando una carta que nunca llega, la redención por
medio de un animal (quien siempre permanece a su lado, pero nunca se
inmuta con su pena), encuentros furtivos con antiguos contendientes y la ruina
que diluvia sobre sí; sin que el pueda evitarlo. El gallo por otro lado es
símbolo de esa esperanza que se mantiene presente en el ser humano, esperando
por un cambio que de vuelta a su vida para bien mal, pero que lo saque de
la expectativa.
Esta obra a través
de una simple historia, nos evoca la forma como el ser humano enfrenta algunos
problemas de su cotidianidad, la manera de resistir ante desilusiones y
círculos de confusiones que se van cerrando cada vez más, llevando al
protagonista a una serie de momentos donde se ve forzado a actuar de
determinada forma, lo que trae posteriormente una catarsis en la historia. El
coronel no tiene quién le escriba nos mantiene constantemente con una misma
pregunta: ¿Ahora qué sucederá? Pues es definitivamente una batalla constante
entre nuestros propios miedos, entre el entorno que determina muchas veces lo
que hacemos y un simple gallo que puede ser nuestra absolución
o condena. Finalmente entendemos que la vida en resumen es esto: una maraña de problemas que
debemos resolver, para después introducirnos a otros y estar constantemente
sobreviviendo a nuestros propios conflictos, para al final de nuestras historia
terminar entendiendo que las preocupaciones se sobrellevan mejor simple y coloquial
mente “cogiéndola suave”.